Iniciamos diciembre, el mes del solsticio de invierno, el mes de la lotería, el mes de las luces, los villancicos, los turrones, los regalos…
El mes de la Navidad.
Recuerdo las Navidades de mi niñez, vengo de una familia de cuna humilde, en la que mis dos hermanos y yo vivíamos esa época con especial alegría porque a pesar de la escasez, mi abuela hacia siempre posible lo imposible.
Recuerdo la Nochebuena siempre con más comida de la que podíamos comer, pero sobretodo recuerdo que esa noche la puerta de nuestra casa permanecía abierta y pasada la media noche, al calor de los cánticos y al ritmo de zambombas y panderetas, iban apareciendo vecinos y personas a veces desconocidas, quizás del barrio, para unirse y brindar y compartir y cantar…
Lo recuerdo con mucho cariño…
Recuerdo las Navidades cuando mi hija era pequeña, ese halo de Magia que envuelve estas fechas vibra de forma especial en la mirada de los niños, vivimos momentos hermosos, montando el árbol y el pesebre. No abríamos la puerta de nuestra casa en Nochebuena, eran otros tiempos, pero seguíamos uniéndonos muchos para brindar, compartir, cantar…
Creamos infinidad de sueños mirando a la estrella del país de nunca jamás, allí donde, entre la vigilia y el sueño, se cumplen. Algunos, muchos los hemos cumplido, hicimos propósitos, muchos quedaron sin cumplir, pero cada momento fue Mágico e inolvidable.
Lo recuerdo con mucho cariño…
Después que mi hija creció, la Navidad perdió intensidad en mis emociones, no hay un motivo único, si muchas reflexiones de lo que para mí significa esta época en los tiempos que vivimos.
Aunque lejos de ser negativa me quedo con una reflexión de todas mis vivencias navideñas, la que más me llena, la que más me revive, la que recuerdo con más cariño y la que pretendo seguir disfrutando cada Navidad: brindar y compartir con la gente que me gusta, que me quiere y a la que quiero y a la que agradezco cada momento vivido.
Os dejo con estas palabras de Mario Benedetti.
Feliz Navidad.
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